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  • Foto del escritorYeilor Rafael Espinel Torres

No todos son iguales y sí hay por quién votar: votaré por Jorge Robledo (POLO) 1


Comienzo por señalar que, a pesar de que comprendo algunas razones y comparto la indignación de algunos sectores sociales frente a la clase política tradicional, no creo que los efectos jurídicos del voto en blanco para el Congreso sean una garantía de renovación política para el país. Incluso, a pesar de lo que digan, sus efectos pueden ir en contravía del sentir de algunos de sus promotores.

Por ejemplo, y aun cuando estoy absolutamente seguro de que el Polo Democrático Alternativo, único partido de oposición en Colombia, superará con creces el umbral, lo cierto es que, en la actual coyuntura nacional y electoral para el congreso, el voto en blanco no solo favorece a los partidos tradicionales sino que puede golpear seriamente a algunos candidatos independientes. Reflexionemos un poco la situación. De un potencial electoral de casi 30 millones de personas, solo14 millones de colombianos ejerce su voto. De estos 14 millones aproximadamente unos 10 millones de ellos vota por los partidos de la Unidad Nacional y otras maquinarias electorales; mientras que los 4 millones restantes le apuestan al voto de opinión y de conciencia. Descontada desde un inicio la abstención, esta última franja de opinión la comparten el POLO, algunos independientes y algunos promotores del blanco. Esta radiografía electoral que debemos transformar, se ha profundizado gracias a la última reforma política (2011) y a una conducta clientelar que ha estado amarrada a lo que hoy se ha bautizado como la “mermelada reeleccionista”. Lo cual no es otra cosa que la adjudicación de millonarios contratos públicos al filo de iniciar la Ley de garantías, muchos de ellos dirigidos posiblemente a grandes caciques electorales y que explica algunos de los delitos electorales más frecuentes como la compra (venta) del voto; el constreñimiento del sufragante; la alteración de resultados electorales; el ocultamiento, retención y posesión ilícita de cédulas y la denegación de inscripción, entre muchas otras maniobras politiqueras. Prácticas todas relacionadas de una forma u otra con algunos sectores al interior de los partidos de la Unidad Nacional y otras maquinarias electorales. Es entonces en este ambiente desfavorable y hostil donde verdaderos demócratas como Robledo y los candidatos del POLO deben batallar voto a voto solo con el poder de la palabra y la razón. Siendo este el estado de cosas, hoy nos tropezamos con el más seductor de los artificios que nuestro sistema político y electoral haya podido crear, el voto en blanco. Como si no fuera suficiente el contexto narrado anteriormente, hoy se levanta, en la eventualidad de ganar el voto en blanco, una amenaza potencial para aquellos que en el marco de la lucha política civilista y con escasos recursos económicos se ponen al frente de las justas luchas sociales, se oponen a los designios de Washington, critican al modelo económico neoliberal, buscan la transformación real del país y dependen del voto de opinión para ser elegidos. Veamos pues cómo funciona el voto en blanco en Colombia. Tanto en las elecciones uninominales (Presidencia, Gobernación, Alcaldía) como en la plurinominales (Senado, Cámara de Representantes, Asambleas departamentales y Concejos municipales-distritales) si la opción “Blanca” gana con mayoría simple, es decir, tan solo un voto por encima del candidato con mayor votación, según el Parágrafo 1º (Modificado por el art. 9, Acto Legislativo 01 de 2009) del Artículo 258 de la Constitución Política, se deberán repetir las elecciones con diferentes candidatos. Pero ojo, en el caso de las elecciones para el Congreso, los comicios se repetirían solo con los candidatos nuevos de los partidos que hayan sobrepasado el umbral, que en la actualidad es del 3% del censo electoral (Aproximadamente de 450.000 votos). Ahí está el quid del asunto. Aclaremos algo. La existencia del umbral ya es por sí misma una restricción de corte antidemocrático, pero si le agregamos a ello los efectos jurídicos del voto en blanco, podemos estar ad portas de tener, en contravía incluso del deseo de muchos indignados, un Congreso santista y plagado del unanimismo neoliberal-clientelar que tanto daño le hace al país. No nos podemos equivocar en eso, el voto en blanco para el Congreso no ataca ni debilita a ningún corrupto, al contrario les sirve porque temen el ascenso de algunos candidatos alternativos y de aquellos que provengan de la oposición. En días recientes debatía en un evento de la Universidad de San Buenaventura con el exmagistrado, expresidente de la Corte Constitucional, excandidato presidencial por el partido Liberal Colombiano y promotor del voto en blanco Jaime Araujo Rentería sobre este tema y lamentablemente, a pesar de coincidir en parte con su diagnóstico y la indignación frente a la clase política tradicional, no logramos ponernos de acuerdo en dos aspectos: 1) en que todos los políticos sean iguales y 2) que esta iniciativa sea la solución. Algunas de las razones que justifican mi doble desacuerdo con el Dr. Araujo ya los he expuesto, pero las sintetizaré de la siguiente manera: No votaré en blanco para el Congreso por tres razones. Primero, porque esta opción tal como está concebida no solo deja intacto el estado de cosas existentes sino que las reafirma; segundo, pone en riesgo a la verdadera oposición política en Colombia y algunos independientes, consolidando el unanimismo clientelar de Santos en el Senado y Cámara, y tercero, porque a diferencia de él, tengo la firme convicción de que hoy en Colombia si hay por quien votar. No todos son (somos) iguales. Si uno hace un análisis riguroso del desempeño de gran parte de los políticos que hoy se presentan a elecciones, se da cuenta que a pesar de que haya una mayoría Santista que le conviene reelegir las “Locomotoras del Subdesarrollo”, la antes llamada seguridad democrática, la confianza inversionista y una política social asistencialista, y que para ello están dispuestos a comprar y vender conciencias, existen los hombres y las mujeres del POLO que han probado en el discurso y la práctica su compromiso con el país en la defensa de la soberanía, la democracia, el trabajo y la producción nacional. Como lo han demostrado frente a los TLC, en su vinculación al paro agrario y cafetero, en la MANE en defensa de una educación pública, gratuita y de calidad y con el movimiento Batas blancas en defensa de la salud, entre muchos otros casos. En ese orden de ideas tengo la certeza como ciudadano, analista político y miembro del POLO que votar por mujeres y hombres como: Clara López Obregón –a la Presidencia de la República-, Jorge Robledo -Senado (POLO) 1-, Sergio Fernández -Cámara por Bogotá (POLO) 111- y en Cundinamarca por cualquiera de los siguientes candidatos: Juan Pinzón - Cámara (POLO) 101-, América Ardila -Cámara (POLO) 102-, Cecilia Torres -Cámara (POLO) 103- y Gerardo Rivera -Cámara (POLO) 105- es la mejor decisión para Colombia, Bogotá y Cundinamarca. Este domingo 9 de marzo votaré muy temprano por ellos porque los conozco, confío en ellos, me representan y han sido coherentes con el ideario del POLO al atar su vida al destino e intereses de la nación.

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